Sin lugar para la industria ni para los trabajadores

Desde el 2016 la industria atraviesa una tormenta cuyos ingredientes son el incremento de costos (sobre todo por los tarifazos en luz y gas), la caída del consumo interno, la apertura de importaciones y el cierre de mercados internacionales. Las áreas del complejo agrario, de la actividad energética y la especulación financiera son la excepción y las actividades privilegiadas del modelo macrista.

En marzo, la actividad industrial cayó 0,4% con respecto al mismo mes del año anterior, y en lo que va del 2017 acumula un retroceso de 2,4%, según informó el INDEC. De los bloques relevados, la producción textil fue la de peor desempeño con una caída de 18%. En este sector la apertura de las importaciones en un contexto de caída del consumo interno, impacta de lleno. La industria automotriz, gravitante por su peso dentro del sector manufacturero, bajó 3,4%. Además, cayeron la producción de tabaco, refinación de petróleo, caucho y plástico. Alimentos y bebidas, que creció 0,7%, acumula una baja de 1,8% provocada fundamentalmente por la crisis de la industria láctea que retrocedió 14,7%.

Un cierto impulso a la actividad económica provino de la construcción y el campo. El crecimiento registrado en la construcción (desde un piso muy bajo) fue a través de un leve repunte de obra pública y favoreció la demanda de productos metálicos para uso estructural. Por otro lado, la demanda del sector agroexportador apuntaló el crecimiento de bienes de capital, en especial maquinaria agrícola e implementos para el campo.

La industria editorial viene sufriendo por la apertura de importaciones y por la baja del consumo (la venta en librerías bajó un 20-25%). El año pasado se editaron en el país 62,6 millones de libros, una baja de 25% en relación a los 83,5 millones de 2015. En 2016 la cantidad de empresas editoriales que actúan en el mercado nacional se redujo de 341 a 208, un 18%. Este tema afecta particularmente a las empresas del sector gráfico.

Por su parte, las Pymes son uno de los sectores industriales más damnificados por la política económica que lleva adelante la Alianza Cambiemos: en marzo la producción bajó el 2,5%. Este segmento acumula dieciocho meses de retroceso ininterrumpido. En marzo del 2016, el nivel de actividad ya se había reducido en un 3,1% frente a 2015.

El achicamiento del mercado interno para las empresas nacionales a raíz de la caída de las ventas se profundizó por la suba de las importaciones que desplazan a la producción local. Según los datos del INDEC, las importaciones de bienes de consumo aumentaron en el primer bimestre un 17,9%, medidas en cantidades.

Además, hay que destacar que las importaciones crecieron por arriba de las exportaciones. Según el informe de CIFRA hay que retrotraerse a 1975 para encontrar un aumento semejante en las importaciones en el marco de una caída en el nivel de actividad como el que se da a partir de la asunción de Macri.

La recesión se profundiza porque hay políticas deliberadas que castigan al consumo popular, por las escasas inversiones y el magro volumen de las exportaciones. Las áreas del complejo agrario, de la actividad energética y la especulación financiera son la excepción y las actividades privilegiadas del modelo macrista. Sin embargo, estas actividades no usan mano de obra intensiva: agricultura, ganadería, caza y silvicultura emplea el 5,22% del trabajo privado registrado; minería, el 1,29%; intermediación financiera, el 2,63%. Es decir, emplean sólo a 9 de cada 100 trabajadores del sector privado.

En ese contexto de retroceso económico, el Grupo Techint realiza una inversión millonaria en Estados Unidos, a cuya inauguración asiste orgulloso nuestro presidente, mientras extorsiona a las trabajadoras y trabajadores de Sancor para que acepten la flexibilización laboral como condición para el salvataje de la empresa.

La política económica del gobierno va en la dirección de la destrucción de la industria y por consiguiente el aumento del desempleo. La reprimarización a la que está siendo sometida la estructura económica implica un rediseño en el que los sectores primarios, energéticos y financieros son quienes se llevan la porción más importante de la torta mientras que la producción, en particular la pequeña y mediana, es llamada a reconvertirse en meros intermediarios e importadores de bienes. Esta estructura requiere maximizar la productividad y las ganancias, y representa menos trabajo y peores condiciones laborales para las grandes mayorías.

(marzo 2016 a marzo 2017)

-18%

Textil

-14,7%

Industria láctea

-9,5%

Producción de tabaco

-4,2%

Refinación de petróleo

-3,4%

Industria automotriz

-2,6%

Caucho y plástico

-2,2%

Industria química

-13%

Maderas y muebles

-7,9%

Calzado y marroquinería

-4,7%

Electromecánicos e informática

-9,7%

Papel, cartón, edición e impresión