AJUSTE, MOVILIZACIÓN Y REPRESIÓN

De los globos a la crisis

En menos de 60 días, se agotó el envión pos-electoral del gobierno nacional. Orilló la ola amarilla y se estrelló la revolución de la alegría contra la cruda realidad social agredida por el neoliberalismo. En el transcurso de una semana se concatenaron derrotas de proporciones en el campamento de Cambiemos que reflejan, objetivamente, un nuevo escenario político. “Después de la victoria electoral -escribe Van Der Kooy en Clarín- fue posible conjeturar que Mauricio Macri iniciaba una nueva era de su gobierno. Que le abría las ventanas a supuestos 6 años de poder, incluida la reelección del 2019 (…) Aquel nuevo ciclo no estaría en condiciones de garantizar tanto.” Magnetto les empezó a patear el banquito, señal de los nuevos tiempos.

Primero fue el estrepitoso fracaso de la Cumbre de la OMC realizada en Buenos Aires. Luego la caída del “inminente” tratado de libre comercio entre el MERCOSUR y la Unión Europea, incluso con las defecciones promovidas por la dupla Macri-Temer. La sesión del pasado 14 de diciembre (caída por falta de quórum en el marco de una brutal represión de la Gendarmería) cristalizó un escenario de crisis que escaló día tras día. Quisieron mostrar autoridad adentro y afuera del recinto e imponer a los corchazos el saqueo al sistema jubilatorio. No sólo no prosperó el debate (donde los bloques opositores plantaron con amplitud una posición común) sino que también recogieron la piola del DNU al advertir el “enojo” de la diputada Carrió y frente a la amenaza de paro desde una cada día más mullida CGT.

En la madrugada del 19 de diciembre lograron, por sólo 11 votos, aprobar la reforma previsional. Contaron con la asistencia de aquellos gobernadores del PJ que se ofrecen (a un precio módico) para dar sustento al bipartidismo neoliberal. El gobierno llegó boqueando, luego de una extensa jornada signada por una multitudinaria movilización popular, nuevamente reprimida con saña durante horas. Más de un 70% de la población rechaza el ajuste sobre las jubilaciones y asignaciones familiares, lo que se vio reflejado en el masivo cacerolazo replicado durante varios días consecutivos en las principales ciudades del país. Cambió el humor social y el descontento incorpora a vastos sectores votantes de Cambiemos. Perdieron la discusión en la calle y en el Parlamento, por eso apuraron el tratamiento de forma obscena. El costo político es enorme, entre otras cosas porque se logró esclarecer en el común de la gente los efectos regresivos y antipopulares de la ley, que no puede disociarse además de la reforma tributaria y el pacto con las provincias.

La urgencia por abalanzarse sobre los fondos jubilatorios tiene razones políticas y económicas. En primer lugar, es una exigencia del FMI. Por otra parte, los déficit fiscal y comercial crecen de forma sostenida, financiados por un chorro de endeudamiento cada día más oneroso. Los servicios de la deuda externa acaparan mayores recursos del PBI, así como los intereses de las Lebac (la última renovación fue por más de 300.000 millones de pesos). Reducen las contribuciones patronales ahondando el agujero fiscal, que pretenden morigerar con los 100.000 millones de pesos arrancados al sistema previsional. Con la fórmula de movilidad recientemente sancionada, el aumento de los haberes en marzo será de 5,7%, muy lejos del 14,5% que se hubiese aplicado si continuaba el cálculo implementado por Cristina. Es así de simple, por eso el repudio es tan generalizado.

Las maniobras distractivas (indagatorias, procesamientos y detenciones) pierden alcance, lo que no implica que sean descartadas. Seguimos y seguiremos luchando por la libertad de nuestros presos políticos. Como bien señaló el compañero Carlos Zannini desde su injusta prisión, la agresión a Cristina es movida por un “enorme miedo”.

Esta nueva situación torna al enemigo más peligroso. Cada medida antipopular va a significar un mayor costo político para el gobierno, que va a responder con más represión para infundir temor y desmovilizar a nuestro pueblo. Van a promover un clima de “caos y violencia” si fuera preciso, porque en ese escenario el control sigue siendo de ellos. Debemos ser capaces de sostener y profundizar el conflicto social en las calles, pero creando los cauces organizativos necesarios para ofrecer una salida política, que a nuestro entender es inconcebible sin el rol de conducción de Cristina. Hay un elemento que es fundamental y se expresó claramente durante los últimos días: no hay derrotas permanentes, ni victorias permanentes. Lo único permanente es la lucha.