Ermenegildo Rossi

Hace 45 años que se llevaron a mi viejo. Un gringo más bueno que el pan y con firmes ideales. Partisano durante la Segunda Guerra Mundial, peleó con alma y vida por la libertad. Eso le valió la Estrella al Mérito después de la guerra.

Lo apresaron los alemanes y estuvo en un campo de concentración en Austria, de donde escapó gracias a la ayuda de mi abuela. Delante de la casa de ella mataron a diez familiares que no dieron la ubicación de papá, quien estaba escondido en las montañas.

Luego vino a la Argentina. Con los años vino el Golpe. Papá era armero. Cuando desaparece fue una locura. ¿Dónde buscar? Luego nos enteramos que estaba en la Unidad 9 de La Plata y lo pudimos ver en el pabellón de los comunistas, donde la pasaban muy mal, donde arreciaban los vejámenes y el hambre. Lo abracé con todo el amor y la felicidad de verlo vivo. Ante el abrazo, el Gringo se quejó de dolor y me dijo al oído: “ni los nazis fueron tan crueles como estos hijos de puta!”.

Al fin le llegó la libertad. Como era italiano lo deportaron a Italia. Pesaba 47 kilos y al año murió en su tierra natal. Todo un ejemplo para mí, mi amado Gringo, Ermenegildo Rossi.

Silvia Rossi