CHILE

Entre el pasado tenebroso y un futuro de transformación

El ultraderechista Kast, hijo de un nazi y con lazos familiares con la dictadura de Augusto Pinochet, nunca ocultó su cercanía ideológica con el dictador: “Si estuviera vivo, votaría por mí”, dijo. En el referendo que en 1988 sacó a Pinochet del poder, Kast fue un ferviente militante de la continuidad del dictador. Sin embargo, luego de la primera vuelta, fue modificando varios aspectos programáticos, en particular lo relacionado a las mujeres, debido al impacto negativo de su propuesta de cerrar el ministerio de la Mujer y Equidad de Género. Kast, con una trayectoria de propuestas conservadoras y neoliberales, como la privatización de la minera Codelco y la bajada drástica de los impuestos, hace piruetas dialécticas para tratar de captar el voto del centro. En un espacio reducido por la escasa participación electoral, en el que solo participó el 47.3% del padrón, tiene que bajar el tono sin descuidar lo propio. Ese punto apareció reflejado durante un debate presidencial en el que Kast reafirmó su posición a favor de otorgarle mayores facultades al presidente que podría, sin necesidad de invocar un Estado de excepción, “ordenar, interceptar, abrir documentos y toda clase de documentaciones, y arrestar a personas en lugares distintos a cárceles”. Precisamente lo que hacia la DINA de Pinochet.

Más allá de estas manifestaciones, lo que importa es el proyecto que se propone imponer en caso de ser electo presidente de Chile. Un proyecto fascista y ultra neoliberal en lo económico al servicio de la desestabilización de la región y del imperialismo yanqui. Una reedición del Plan Cóndor, que en tiempos de Pinochet y Videla terminara con la vida de miles de luchadores. El punto 33 de su propuesta de gobierno, declara, sin rodeos, que se avanzará en la “Coordinación Internacional Anti-Radicales de Izquierda. Lo que está pasando en Colombia no es casualidad. Se repite el modelo del estallido antisocial en Chile. Nos coordinaremos con otros gobiernos latinoamericanos para identificar, detener y juzgar agitadores radicalizados.” Kast centró toda su campaña en el miedo y en la construcción de un enemigo interno apoyado por las fuerzas demoniacas del comunismo, en una mala copia de los discursos de la Guerra Fría.

Boric y Apruebo Dignidad tienen el desafío de movilizar el abstencionismo. En particular, de esa juventud popular que fue protagonista del estallido del 2019 y que no fue parte del convite electoral. La amenaza de una posible victoria de Kast convocó a varios actores que decidieron respaldar su campaña. Así se sumaron sectores sociales y políticos de izquierda que, durante la primera vuelta no necesariamente acompañaron su candidatura. Los apoyos al candidato a Apruebo Dignidad ocurrieron a su vez por parte de sectores de centro-izquierda o de centro, como el ex candidato Marco Enríquez-Ominami, y la ex candidata Yasna Provoste, quien en la primera vuelta estuvo al frente del Nuevo Pacto Social, una actualización de la ex Concertación. También de la expresidenta Michele Bachelet, que ha llamado a votar por Boric. 

La última semana de campaña estará marcada por el debate televisivo, los recorridos por diferentes regiones, y los cierres de actividades en Santiago. Se trata de la recta final antes de la elección que determinará el camino que tomará el país a dos años de un estallido social que permitió abrir las puertas a la convención constitucional para redactar un nuevo texto constitucional. Se enfrentan dos proyectos de país totalmente distintos. Boric apuesta al futuro subrayando cambios en la salud, la economía, el sistema de pensiones, el medio ambiente. Su triunfo es una garantía de continuidad de la convención constitucional y de transformaciones para un Chile que ha tenido una transición demasiado larga y sin una traducción en mejoras sustantivas para el pueblo.