ESPECULACIÓN Y GOLPISMO

El riesgo es por no avanzar

Con la corrida e intento devaluatorio de los factores de poder, que consiguieron una brecha cambiaria cercana al 150% entre el dólar oficial y el resto de las cotizaciones, la derecha neoliberal comenzó a fogonear una intentona golpista contra el gobierno nacional. La respuesta del Ejecutivo debería haber sido contundente, no solo en palabras, sino en hechos, sobre todo contra aquellos sectores concentrados que están generando la corrida.

Los datos del intercambio comercial de junio son alarmantes: con un saldo negativo de unos 115 millones de dólares, está más que claro lo que intentan hacer, principalmente, las exportadoras cerealeras. Mientras se instrumentan “incentivos” a los acaparadores -principalmente de soja- para que vendan y liquiden las divisas en el país (dólar diferencial) desde el poder real se nos ríen en la cara. Sabemos, por situaciones anteriores, que estas concesiones no sirven ni solucionan el problema. La última experiencia de este tipo fue durante el 2020, cuando se bajaron las retenciones en tres puntos y nada cambió. Lo mismo pasó durante la 125, allá por el 2008, cuando el gobierno quiso aplicar retenciones móviles que beneficiaban a los sectores chicos y medios del agro: la respuesta fue la misma. Está más que claro que el fin de esta corrida especulativa busca provocar una devaluación extrema y voltear al gobierno, sin importar los “incentivos” que éste les otorgue. Tal es así, que por haber retenido tanta producción de granos en silobolsas, se estima que los productores perdieron cerca de 100 dólares por tonelada ante la caída de los precios internacionales durante el último mes (la soja pasó de valer cerca de 650 dólares la tn en la Bolsa de Chicago a unos 550 dólares en la actualidad). Mientras especulan, los cínicos y sinvergüenzas se siguen financiando con créditos subsidiados a través del banco Nación y Provincia.

SIN INICIATIVA

Si se hubiesen cuidado las reservas monetarias en los primeros años de gobierno (es decir, si no se hubiesen subsidiado dólares baratos a los sectores concentrados) hoy deberíamos tener más de 20 mil millones de dólares por encima de las actuales. Ante esta situación, el equipo económico pide “calma” hasta que el resto del sector agroindustrial vaya liquidando sus exportaciones. La tensión cambiaria debería “tranquilizarse” hacia principios de septiembre, cuando ya no sea necesario importar tanta energía (se están yendo casi dos mil millones de dólares por mes en ese concepto). Hoy la política económica del gobierno consiste en “esperar” que los números empiecen a cerrar por sí solos. A esto le sumamos el continuo tutelaje del FMI que amenaza con cortar fondos si no se hacen más ajustes.

CAMBIAR EL RUMBO

Con una matriz productiva concentrada y trasnacionalizada, la dolarización de carteras y la inversión mínima son la regla. Para derrotar la restricción externa que hoy nos aqueja se necesita, primero, un mercado interno pujante con salarios reales acorde a nuestra generación de riqueza social, y segundo, altas tasas de inversión productiva. Con mercados cautivos monopolizados por un puñado de grandes empresas esto último es imposible, ya que semejante estructura hace que los dueños del país prefieran evadir, contrabandear, fugar y remarcar precios en lugar de invertir. Hasta que no se busque con contundencia modificar la estructura económica concentrada y dependiente de nuestra economía, en particular la propiedad sobre nuestros recursos básicos y estratégicos (hoy todos en manos de trasnacionales o monopolios “locales”) no será posible obtener los recursos necesarios para aplicar de una buena vez un plan de industrialización por sustitución de importaciones. Según cálculos modestos, con una mínima planificación y decisiones políticas, se podrían reemplazar al corto plazo cerca del 20% de las importaciones actuales por producción local. Mientras esto no se modifique, una minoría de la población y de empresas continuará dolarizando las rentas y ganancias extraordinarias que obtienen a costa de la amplia mayoría de la población, que es a la vez la que más sufre ante la constante falta de divisas, corridas cambiarias e inflación. 

  • 30 millones de toneladas de soja son las que se calculan que hay acaparadas, de las cuales 20 millones están guardadas en los famosos silobolsas. Las otras 10 millones las tienen retenidas las grandes exportadoras y acopiadoras a la espera de una brusca devaluación. En total, serían cerca de 15 mil millones de dólares al precio actual. Teniendo en cuenta que en lo que va del año el sector liquidó unos 19 mil millones de dólares (la cosecha terminó hace meses), no hay excusa ante semejante monto sin liquidar, salvo que sea por mera especulación que atenta contra el país. 
  • 90% de las exportaciones de soja (entre porotos, harina y aceite) están concentradas en apenas 10 empresas, mientras que el 70% de toda la producción de soja se concentra en apenas el 20% de los productores agropecuarios, según un informe del Ministerio de Economía de la Nación. Los datos de quienes son estos privilegiados de la injusticia son de público conocimiento y casi todos ellos son parte del club de la fuga de capitales, junto con otros monopolios industriales, alimenticios y comerciales.
  • 115 millones de dólares de déficit arrojó la balanza comercial de junio, un número que confirma que los grandes monopolios exportadores y cerealeras dejaron de comercializar. La caída en la venta de productos primarios por cantidades fue del 12% en el mes analizado, mientras que las ventas de soja se derrumbaron un 30%. Mientras tanto, las importaciones crecieron 24% más que las exportaciones. La restricción externa de nuestro país no se explica por el lado de las exportaciones que, en lo que va del siglo XXI llevamos acumulando un superávit de 270 mil millones de dólares respecto a las importaciones. El problema está, por un lado, en la concentración privada y monopólica de esa riqueza colectiva que tiende a fugarse; y por el otro a la composición de nuestro comercio, el cual hace años, específicamente durante el macrismo (pero también durante estos años del Frente de Todos) tiende a primarizarse: exportamos cada vez más materias primas e importamos más mercancías de una complejidad cada día más elevada.
  • 400.000 millones de dólares generados en Argentina e “invertidos” en el exterior es lo que calcula una estimación el BCRA (casi ocho veces la deuda con el FMI) mientras que se estiman otros 100.000 millones de dólares guardados de forma improductiva y perdiendo su valor día a día dentro de cajas de seguridad. Es el dinero de la fuga que tanto daño le hizo -y continúa haciendo- a nuestra economía junto al “festival” de importaciones y el subsidio a los ricos. Según datos del mismo BCRA, desde la asunción de AF hasta mayo de este año, se autorizaron e importaron a precio oficial 289 aviones privados por un monto de 202 millones de dólares; lo mismo, y en montos similares, para autos de lujo y yates. Recursos dilapidados por una oligarquía improductiva que podrían utilizarse para un proceso público de industrialización soberano que potencie tanto al mercado interno como al externo.