Fidel es eterno

A DOS AÑOS DE SU PASO A LA INMORTALIDAD

Por Rodolfo G. Módena

El 25 de noviembre de 2016, hace dos años, nos dejaba físicamente el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, el más grande líder revolucionario cubano, latinoamericano, comunista y marxista-leninista mundial de la segunda mitad del siglo XX y del primer cuarto del siglo XXI.

Su inmensidad es imposible de resumir en una nota. Tanto, como tan necesario resulta reivindicarla en todo lo posible y hasta lo imposible mismo de la memoria humana.

Desde aquel joven abogado, sincera y puramente martiano de los años cincuenta y la Generación del Centenario del Apóstol, al del Asalto al Cuartel Moncada y el Movimiento 16 de Julio, y al líder de la unidad del Partido Comunista y la Revolución Cubana. Ejemplo mundial de conciencia hecha hechos, moral plasmada en la vida de un pueblo entero, dignidad nacional y popular afirmada en la cotidianeidad, solidaridad espontánea, firmeza revolucionaria, amplitud democrática, internacionalismo proletario, humildad, amor, alegría y generosidad sin par. Y tantas adjetivaciones que por abundar no alcanzan para halagar a la querida Cuba, a su pueblo y a su inmortal Comandante en Jefe. Pero no se trata de halagar, sino de tratar de emular su ejemplo en cada situación nacional concreta, siempre con el norte de la coherencia y altura humanista, marxista-leninista y revolucionaria del inolvidable Fidel.

El 3 de octubre de 1965, cuando Fidel anunció la refundación del Partido Comunista de Cuba dijo: “Defenderemos, como hemos defendido hasta hoy, nuestros puntos de vista y nuestras posiciones y nuestra línea, de manera consecuente con nuestros actos y con nuestros hechos. Y nada nos podrá apartar de este camino”. Así lo fue por décadas inmaculadas de virtud martiana y comunista, y así lo sigue siendo con el recambio generacional de la Revolución, con el camarada Raúl y con el compañero presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez.

“He vivido días magníficos y sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la crisis del Caribe. Pocas veces brilló más alto un estadista que en esos días, me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones, identificado con tu manera de pensar y de ver y apreciar los peligros y los principios.” Así le habló el Che Guevara a su camarada y jefe Fidel Castro en su memorable carta de despedida de 1965.

A dos años de su fallecimiento, a dos años de su inmortalidad histórica (si por inmortalidad entendemos a la Historia de la Humanidad), Fidel vive en las luchas de los pueblos por un mundo mejor. Nadie como él lo supo expresar mejor, como en aquella Cumbre de la Tierra de 1992 en Río de Janeiro: “Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre.

Ahora tomamos conciencia de este problema cuando casi es tarde para impedirlo.

Es necesario señalar que las sociedades de consumo son las responsables fundamentales de la atroz destrucción del medio ambiente. Ellas nacieron de las antiguas metrópolis coloniales y de políticas imperiales que, a su vez, engendraron el atraso y la pobreza que hoy azotan a la inmensa mayoría de la humanidad. Con solo el 20 por ciento de la población mundial, ellas consumen las dos terceras partes de los metales y las tres cuartas partes de la energía que se produce en el mundo. Han envenenado los mares y ríos, han contaminado el aire, han debilitado y perforado la capa de ozono, han saturado la atmósfera de gases que alteran las condiciones climáticas con efectos catastróficos que ya empezamos a padecer.

Los bosques desaparecen, los desiertos se extienden, miles de millones de toneladas de tierra fértil van a parar cada año al mar. Numerosas especies se extinguen. La presión poblacional y la pobreza conducen a esfuerzos desesperados para sobrevivir aun a costa de la naturaleza. No es posible culpar de esto a los países del Tercer Mundo, colonias ayer, naciones explotadas y saqueadas hoy por un orden económico mundial injusto.

La solución no puede ser impedir el desarrollo a los que más lo necesitan. Lo real es que todo lo que contribuya hoy al subdesarrollo y la pobreza constituye una violación flagrante de la ecología. Decenas de millones de hombres, mujeres y niños mueren cada año en el Tercer Mundo a consecuencia de esto, más que en cada una de las dos guerras mundiales. El intercambio desigual, el proteccionismo y la deuda externa agreden la ecología y propician la destrucción del medio ambiente.

Si se quiere salvar a la humanidad de esa autodestrucción, hay que distribuir mejor las riquezas y tecnologías disponibles en el planeta. Menos lujo y menos despilfarro en unos pocos países para que haya menos pobreza y menos hambre en gran parte de la Tierra. No más transferencias al Tercer Mundo de estilos de vida y hábitos de consumo que arruinan el medio ambiente. Hágase más racional la vida humana. Aplíquese un orden económico internacional justo. Utilícese toda la ciencia necesaria para un desarrollo sostenido sin contaminación. Páguese la deuda ecológica y no la deuda externa. Desaparezca el hambre y no el hombre.

Cuando las supuestas amenazas del comunismo han desaparecido y no quedan ya pretextos para guerras frías, carreras armamentistas y gastos militares, ¿qué es lo que impide dedicar de inmediato esos recursos a promover el desarrollo del Tercer Mundo y combatir la amenaza de destrucción ecológica del planeta?

Cesen los egoísmos, cesen los hegemonismos, cesen la insensibilidad, la irresponsabilidad y el engaño. Mañana será demasiado tarde para hacer lo que debimos haber hecho hace mucho tiempo”.