Nos encontramos frente a una debacle económica anunciada que, a diferencia del 2001, cuenta con una salida política para los intereses nacionales. Esto debilita aún más la delicada posición del gobierno, que aspira a llegar en muletas al 10 de diciembre. Hace tiempo, promediando el 2017, Cristina advirtió que esta experiencia culminaría nuevamente con una crisis de deuda, el riesgo de default y una coyuntura social explosiva. Quien quiera oír, que oiga.

Con reperfilamiento o control de cambios (el denostado “cepo”) se acentúa día tras día la sangría de dólares del Banco Central. A Macri ya le picaron el boleto, no sólo una parte muy mayoritaria de la sociedad, sino aquellos factores de poder que lo encumbraron y sostuvieron. Desde las PASO, las reservas cayeron en más de 15 mil millones de dólares. Una porción significativa corresponde al retiro de depósitos en dólares.

En los próximos días Macri viajará a los Estados Unidos y buscará entrevistarse con Donald Trump y Xi Jinping. En ambos casos va a rogar asistencia financiera. También el ministro Lacunza viaja a Washington para gestionar el desembolso del FMI previsto para este mes, todavía sin confirmación. En caso de ser electo en octubre, Alberto Fernández no sólo encontrará una economía endeudada de muerte. Tampoco habrá reservas internacionales o serán muy exiguas. Pero es parte del plan.

Los que ayer apalancaron a Macri hoy buscan condicionar al próximo presidente. Dejan un país en ruinas, con algunos pagarés que vencen en diciembre: congelamiento del precio de los combustibles, de las tarifas de servicios públicos, de las cuotas de los créditos UVA y del mismísimo control de cambios, vigente sólo por tres meses. Algunas provincias evalúan la emisión de cuasimonedas. Esto sin incluir la tragedia social más extendida de pobreza, hambre y desocupación. Pretenden que tire la toalla el día que asuma.

Una primera respuesta a este juego de pinzas se dio luego de la última reunión con el FMI, cuando Alberto suscribió un duro comunicado donde se señalan con nombre y apellido las políticas que nos condujeron al abismo actual y a sus responsables, nacionales y externos. La reciente gira por Europa también abundó en definiciones. Particularmente en Portugal, donde se valoró la “salida portuguesa” del neoliberalismo. Paradójicamente, el primer ministro Antonio Costa relató que ellos sustentaron su camino en la experiencia iniciada en 2003 de la mano del compañero Néstor Kirchner.

La posibilidad de que nuestro país rompa con los designios de los Estados Unidos genera expectativas no sólo en América Latina, sino también en diversas regiones del mundo. Sería el primer país en cortar sus amarras luego de la ofensiva del imperialismo verificada durante los últimos años, con las lamentables consecuencias por todos conocidas. Nuevamente podría disparar un efecto similar en otras naciones, evocando el proceso emancipador que dominó la primera década del siglo XXI.

El 26 de mayo de 2003, un día después de la asunción de Néstor, el compañero Fidel dio un memorable discurso en las escalinatas de la Facultad de Derecho. Allí nos dijo: “Ustedes no saben el servicio que le han prestado a América Latina; ustedes no saben el servicio que le han prestado al mundo al hundir en la fosa del Pacífico el símbolo de la globalización neoliberal. Le han insuflado tremenda fuerza al número creciente de personas que han ido tomando conciencia en toda nuestra América sobre qué cosa tan horrible y fatal es eso que se llama globalización neoliberal”. En espiral ascendente, la historia tiende a repetirse, parafraseando a Carlos Marx.

Semanas atrás Cristina presentó en La Plata el mayor éxito editorial de la historia de nuestro país: su libro Sinceramente. Ante una verdadera multitud (como es lo habitual) la compañera expuso el siguiente concepto: “Ahora es lo que viene. Y todos tenemos que saber qué lugar ocupamos para ayudar a cambiar esto. Y que no sea el péndulo permanente. Espero que estas recetas neoliberales que nos metieron en la cabeza no vuelvan nunca más. Intentemos tener un proyecto de país que sea perdurable y viable”. El factor conciencia (y su organización) es lo que sigue determinando el curso último de los acontecimientos. En lucha, en disputa permanente. Allí seguirán ocupando su lugar la política, los colectivos políticos, la militancia política transformadora.