SOMOS CAMPEONES DEL MUNDO

¡Y dale alegría a mi corazón!

Este Mundial que ya es histórico y estará grabado en la memoria de un pueblo que viene de años de pasarla mal, con una sequía de alegrías y triunfos deportivos, despertó la mayor muestra de pasión, alegría y vitalidad desbordante que se tenga memoria.

Después del desastre macrista y la pandemia, con un gobierno que contribuyó poco para levantar la subjetividad popular, este mes nos regaló emociones y alegrías impensadas. Con un final que disputa el primer lugar en el podio de las finales mundialistas, a Argentina-Francia no le faltó nada, fue una tormenta de incertidumbre, emociones incontenibles y un maravilloso despliegue de fútbol. Se analizará de mil maneras, lloverán análisis que pretenderán explicar un partido que se definió con la belleza del arte desplegado por nuestra selección y con todo lo imprevisible y despiadado del futbol.

Se terminó sin aliento para pasar sin escalas al festejo masivo y callejero en todo el país. Entre el desánimo y el boicot de las usinas de la oligarquía salió de pronto esta fiesta popular, este orgullo que fue creciendo durante este mes y que el pueblo se dispuso a defender del griterío mediático que calificó a esta selección como agónica, berreta o “vulgar”. Les preocupaba que los triunfos pudieran despejar el humor de la sociedad. La expresión más cabal fue la del gobierno de Larreta, que llenó el centro de la ciudad con vallas. Su policía reprimió a personas inermes y familias bajo las órdenes de Marcelo D’Alessandro, el del viajecito a Lago Escondido.

Pero nuestro pueblo conoce del disfrute de las celebraciones colectivas, las espera, las prepara y se entrega. Toda una juventud nacida en el bicentenario y sus festejos, en las multitudinarias marchas y fiestas de la década ganada sabe de la fiesta callejera y puede disfrutar sin mayores disturbios cuando los provocadores pagos no meten su cuchara.

Los mundiales son un poco equívocos, se cruzan identidades nacionales, hinchadas y equipos deportivos manufacturados para la ocasión. Bajo un manto de competencia deportiva se esconden intereses y corruptelas de distinto calibre. Qatar no fue la excepción, un régimen político autocrático y sin ningún respeto por mínimos estándares de derechos humanos, pero menos molesto que Rusia para las potencias imperialistas y la FIFA.

Mbappé sostuvo la mentada teoría de la superioridad europea por sobre Sudamérica. El otro exponente de la técnica por sobre el desorden fue Van Gaal, el destinatario de la furia del 10, que le dedicó el topo Gigio a lo Riquelme y el histórico andá pa’allá bobo al jugador paisbajense. Esa gestualidad de Leo lo acercó más todavía al hincha argentino. Valdano fue uno de los primeros en mencionar que Messi se estaba maradoneando, que estaba más suelto y con más presencia. En su saludo de agradecimiento Cristina señala algo similar: “Gracias infinitas capitán… a usted, al equipo y al cuerpo técnico, por la enorme alegría que le han regalado al pueblo argentino. Y un saludo especial después de su maradoniano “andá pa’allá bobo”, con el que se ganó definitivamente el corazón de los y las argentinas”.

Nos tocó un Mundial increíble, el azar que también tiene su parte en el juego de la historia. En Qatar, Argentina fue local y en Argentina pasión. Pero no alcanzó, el deseo se hizo internacionalista y gente de tantos lugares distintos anhelaron el triunfo de un país por Messi, por Diego, por Las Malvinas y vaya a saber por cuánto más.

En ese marco épico, se escribe el capítulo celebratorio en donde entran, además de los millones que salieron a ver a la Selección, lugares tan distantes como Bangladesh, porciones de la India y de Paquistán, Indonesia. También Haití, Cuba, Venezuela, Chile, hasta Brasil (rival histórico) y Perú y los demás países latinoamericanos. Irlanda, ciudades de Europa.

“No veo la hora de estar en Argentina y la locura que será eso”, fueron las palabras de Messi que se repitieron en todas las declaraciones y posteos de jugadores y cuerpo técnico. Todos dejaron en claro que el festejo que comenzó en Qatar se consumaría cuando fuera compartido en la Argentina.

Una caravana sin precedentes y una organización que no estuvo a la altura recibió a la Scaloneta, que llegó con la Copa del Mundo y la compartió con todo el país, que disfrutó el logro conseguido luego de casi cuatro décadas. Una multitud calculada en alrededor de cinco millones de personas desbordó todas las previsiones.